Nevando
la derrota, el recuerdo
del alimento de un alma sensible,
la belleza.
Que corre natural, sin esfuerzo, sin impulso, sin afán.
Con la madurez indefinida y profunda de su presencia
en la postración te salvó, agradecida,
la belleza.
Ahora que el tiempo gana al vivir el gozo,
te apoyas en que la mermada esperanza
del continuo aprendizaje,
tranquilice en el camino a la melancolía
como una luminaria,
la belleza.
¡Gatito ven!
En el desorientado delirio
llamas a “gato”,
a “blue” la perra,
a “Lili y piolín” los agapurnis,
a los hijos, padre, hermanos, amigos,
y a tus amores.
Te visitan tus afectos y
en su ensoñada presencia, iluminas,
tan bella…
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